El cultivo de tomates requiere suelos fértiles con mucho abono (materia orgánica) y con capacidad de retención de agua y nutrientes. Tanto si el suelo es arenoso como si es arcilloso el agua no se encuentra a disposición de la planta, por lo cual es necesaria la presencia de materia orgánica que enriquezca el suelo.
En la finca, la plantación ocupa un gran espacio aire libre, con una gran cantidad de sol para que puedan desarrollarse con todos los cuidados.
Es común la afirmación que es más difícil controlar las enfermedades de los cultivos en plantaciones orgánicas. Si bien en parte es cierto, es importante aclarar que es posible hacerlo poniendo en práctica buenas prácticas de cultivo o con fungicidas orgánicos (por ejemplo alcohol de ajo). Además del cuidado del suelo y su preservación, el manejo sustentable de la tierra nos brinda posibilidades únicas de disfrutar los sabores y propiedades de todos sus frutos.
Entre las buenas prácticas de cultivo pueden señalarse:
Remover y destruir las plantas enfermas al final de la temporada de cultivo.
Utilizar pasto seco, guano curado o abono orgánico y aplicarlo luego de que el terreno se haya calentado tras las heladas, en primavera.
Rotar los cultivos
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